Donna me prega

Este blog se declara católico, tal vez con cierto aire estoico. Defiende la simplicidad, el silencio y la contemplación.
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martes, 25 de agosto de 2015

El palimpsesto religioso, entre José Gutiérrez Solana y Joan Llimona.



Tornant del tros,
Joan Llimona (1896)

Hace apenas unos años los expertos descubrieron que, bajo la pintura de La tertulia del Café del Pombo (1920), de José Gutiérrez Solana (1886-1945), permanecía sepultado un cuadro de tema religioso que su autor, tan poco inclinado a este tipo de motivos, habría dejado abandonado. En él se representaba -¿espectral?- un altar, con una hornacina al fondo, a cuyos pies se encontraba postrada una figura humana. Se han propuesto varias interpretaciones para explicar las razones de la reutilización de este material, pero todas ellas se han visto obligadas a reconocer que carecen de apoyo documental que pueda confirmarlas.


José Gutiérrez Solana

Fuese cual fuese la causa de su inhumación pictórica, intriga imaginar qué clase de culto críptico habría estado celebrando Ramón, el Sumo Sacerdote de las greguerías, en el interior apostólico de aquel lienzo que sigue poseyendo un inquietante aire de aquelarre velazqueño.

Unos pocos años antes del descubrimiento del fondo de aquel cuadro que sirve de testimonio casi inaugural de la edad argéntea de la cultura española, esas mismas técnicas de análisis y de restauración habían permitido recuperar también (¡?) La mort sobtada (1893) del pintor catalán Joan Llimona (1860-1926), miembro fundador y primer presidente del Cercle Artístic Sant LlucSe trataba de un cuadro de temática religiosa, y hasta apologética, que se creía desaparecido o destruido, a causa de las feroces críticas que había recibido al ser expuesto dentro de la muestra inaugural de aquel círculo de militancia artística católica.

La mort sobtada,
Joan Llimona (1893)

Llimona reencontraría el favor de la crítica con Tornant del tros (1896), un ejemplo acabado y aclamado del modernismo catalán en su forma más idealizada. Sin embargo, como si se tratase de un palimpsesto pìctórico, La mort sobtada emergía un siglo después bajo ese otro cuadro en que se sustentaría el gran éxito de la posterior carrera profesional de su autor.

La agresividad, y hasta cierta condescendencia, de las críticas a La mort sobtada que aparecieron en La Vanguardia no se explican sólo por causas artísticas, sino que seguramente se debían a las disputas “morales” que habían originado la fundación del Círculo de San Lucas, pero también, de una manera que tal vez no haya sido demasiada valorada, a la efervescencia política de un momento en que las Bases de Manresa acababan de ser aprobadas (1892). Uno de sus impulsores, Mn. Josep Torras i Bages, era nombrado casi al mismo tiempo consiliario del grupo escindido de artistas modernistas catalanes.

Raimon Casellas escribió la crítica más sólida e incisiva. Adoptando ese halo laico de distante respeto reverencial por el tema religioso, le recriminaba a nuestro pintor que “el Llimona apostólico ha destrozado al Llimona artista y el Llimona artista ha reducido a la nada al Llimona predicador”. Terminaba rogándole que retirase también la imagen del Sagrado Corazón que presidía la entrada de la exposición para hacer con sus consocios “mejor obra de enseñanza y edificación que con cualquiera de estos lienzos, con tesis que nada dicen y con pinturas que nada valen”.

Sin embargo, aquel cuadro presentaba un interior burgués que atendía a los detalles morales y psicológicos de un mundo moderno que iba tomando conciencia no sólo de su propia riqueza, sino también de una conciencia dilatada de su incipiente y precario poder. En la cita del Apocalipsis (Ap. 3, 3) que enmarcaba el cuadro, a Llimona se le había ido la mano, sin duda, pero, como aventuraba Enric Jardí, no obstaba para admitir que “la composición estaba muy bien resuelta y el cuadro constituía una obra de arte estimable por sus valores pictóricos intrínsecos haciendo abstracción del aleccionamiento religioso que quería dar su autor”.

Como el giro de 180º que Llimona efectuó sobre su anterior lienzo para reaprovecharlo, Tornant del tros tiene una grandeza, si cabe, operística, en el sentido de un efectismo sentimentalista, conservador y a la vez propagandístico: “la virtud del trabajo –admite el mismo Jardí−, la incontaminada pureza del mundo rural, la resignación cristiana, la profunda catalanidad…”. En él el Llimona apostólico y predicador aceptaba subsumirse en el Llimona artista que, en el ejercicio autónomo de su mirada, intenta que no se escape la lección moral y patriótica. A cambio, los colores pastel del paisaje apenas atemperan una cierta rigidez estética. Sus protagonistas no son ya personas de carne y hueso sino figuras sublimadas del pasado en el marco de un futuro tan utópico como entonces ya anacrónico.

La pintura sumergida de Gutiérrez Solana resulta un estudio morboso, castizo, de cierto modernismo posromántico, evidentemente fallido. Sobre ella, sepultándola, la sagrada cripta del Pombo desafía la modernidad española como su lugar fundacional y a la vez paródico. Cuadro profundamente irreligioso, explora en sus límites, en el marco de sus rostros, la figuratividad de unas palabras a punto de perder su significado. 

Al revés, en los cuadros de Llimona existe una voluntad explícita de sentido que dialoga mediante oposiciones. Campo y ciudad, el comedor o la era, el payés y el burgués se entremezclan en una íntima e intensa inquietud. Las soluciones en que el pintor quiere hacerlas cuajar intentan resolver, apenas apuntadas, las paradojas estéticas de sus dogmas.

El gest d’escissió dels germans Llimona, que fou en l´època tan comentat i discutit, s’ha de lloar. Jo sospito que essencialment es degué a la fatiga i al fàstic que produeix la paraula «artista» quan s’utilitza a tort i a dret, és a dir, sense aclarir els equívocs que conté [...]. La paraula arriba a embafar. Ara bé: tornar als oficis de l’art del dibuix, que són la pintura, l’escultura i l’arquitectura, a les seves pròpies denominacions tradicionals, rebutjant o almenys limitant el sentit d’aquesta paraula que l’ús ha considerablement desmonetitzat, és una cosa que pot ésser perfectament defensada
(Josep Pla, “Josep Llimona”, en Tres senyors)

Radiografías de ultratumba, liturgias desmanteladas, una y otra cripta se esfuman, repentinas y autistas, entre volutas de color.


2 comentarios:

  1. Magistral, Maestro. me recuerda a la poesía de Fernando Maristany, uno de Tarragona.

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    1. Me halaga el título de Maestro, que le da a este blogg stilnovista y claravalense un tono musical y torero levantino. Gracias. ¿Te refieres al Maristany barcelonés, poeta y traductor de Texeira de Pascoaes? Si fuese así, me alzarías a poeta ibérico y espiritualista, en línea anglófila. Lo único que debería preocuparme es su muerte prematura...

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