Donna me prega

Este blog se declara católico, tal vez con cierto aire estoico. Defiende la simplicidad, el silencio y la contemplación.
Quiere ofrecer reflexiones, opiniones y lecturas a personas atentas a la vida del espíritu y de la cultura.

martes, 10 de septiembre de 2013

Neofeudalismo y Universidad.





Ha estado de moda entre los progres norteamericanos –véase el Huffington Post− denunciar una conspiración de determinados grupos de republicanos y de cristianos evangélicos para facilitar la expansión de un sistema de poder de las grandes corporaciones que, a través de estrategias financieras, políticas y policiales, reducirían a ceniza el modelo de ciudadanía surgido de las grandes revoluciones del siglo XVIII. Se intentaría lograr así que renaciese un modelo de vasallaje y servidumbre como el del feudalismo medieval.

Güelfo como soy, de un partido ciudadano y siempre escatológico, siento también aversión por un sistema opresivo que inundó Europa de toda suerte de herejías, las cuales, cínicamente, gozan ahora de un gran predicamento: cátaros y valdenses… Como santo Domingo de Guzmán, habría que volver a combatir estos nuevos errores con la búsqueda de la verdad mediante el estudio, la contemplación y la pobreza apostólica.

Obviamente, ninguna de estas características puede encontrarse en la Universidad actual española, en la cual el corporativismo fascistoide del último medio siglo XX está dando paso a marchas forzadas a un neofeudalismo capitalista en el que términos tan horribles fonéticamente como gobernanza, liderazgo y emprendeduría funcionan como sinónimos de vasallaje, investidura y encomienda.

El viejo catedrático franquista, lo fuese o no –franquista se sobreentiende-, era señor de horca y cuchillo. Aquel sistema de cooptación era brutal y degradante. Los ayudantes y doctorandos solían darse de cuchilladas para demostrar al jefe de la mesnada en quiénes podía confiar. Astutos y crueles como eran, en su mayoría, tras la revuelta de los PNNs de la que procedían sus ascensos, aquellos catedráticos descubrieron que había que desgastar a sus peones aún más para que no pusiesen en peligro real su poder.

En el campo de letras, por ejemplo, frente a las esperanzas que pudieran albergar muchos profesores de instituto, la selección del profesorado asociado no era una vía de acceso al cuerpo docente universitario sino una táctica de obstrucción de una auténtica formación de profesorado universitario entre los alumnos jóvenes más brillantes y ambiciosos. El consuelo de una plaza asociada era, en el fondo, un sobresueldo, un aumento de la cotización social y, en aquellos que pudieran conservar cierta pureza, la fantasía de estar aireándose intelectualmente.

Por otra parte, los programas de becas y de contratos postdoctorales, basados en conceptos tan flexibles para los comités de selección como méritos y excelencia, se convertían en una guerra de desgaste en las trincheras de los cuales salían airosos, pero con toda suerte de mutilaciones, los más resistentes y, a veces, los mejores. El sistema, que tenía sus beneficios y que aumentó la cantidad -¿la calidad?- de la enseñanza y del producto investigador bruto, alcanzó su clímax hace una década y ahora está a punto del colapso multiorgánico, una vez que ha saltado hecho pedazos la estructura corporativista que daba a los Departamentos los instrumentos para equilibrar y desactivar aquellas luchas que solían esconder una mediocridad desesperada. 

Las Agencias de Calidad, ahora tambaleantes, han sido, en este sentido, auténticas maquinarias de control y de represión con el objetivo (como se derriten al proclamarlo sus creyentes más fervorosos) de provocar un cambio de paradigma que haga desaparecer cualquier jerarquía del saber en beneficio de no se sabe bien qué competencias que, como un lenguaje eleusino, sólo dominan los metodólogos.

Los Grupos de Investigación se han convertido en pequeños ejércitos privados, fuera de control, que deben servir los intereses industriales, comerciales o políticos de sus fuentes de financiación. Los Investigadores Principales son caudillos que deben esforzarse por mantener sus equipos tanto mediante la consecución de unos objetivos científicos determinados como por la argumentación de la utilidad de futuros resultados que aseguren la inversión y la protección de los nuevos reyes, duques o condes. Con un poco de suerte, llegarán incluso a convertirse en los nuevos barones de una época multimedia, como, por ejemplo, un Valentín Fuster.

Es el resultado del famoso proceso de Bolonia, la oportunidad de oro de esas fábricas del mal que se hacen llamar escuelas de negocios. Ellas vieron la oportunidad de aumentar su cotización apropiándose de la “Universidad”. No es que se hayan hecho universitarios, sino que se han apropiado de ella como si fuera una marca para los experimentos sociales y económicos de una nueva potestad infernal: Administración y Dirección de Empresas. Sus adeptos cursan MBAs, auténticos impuestos revolucionarios, para engrosar la lista de los nuevos comisarios políticos del capitalismo.

Los industriales y los empresarios crean riqueza material; los intelectuales solían distribuirla espiritualmente. Los unos y los otros mejoraban con no pocos esfuerzos, injusticias y hasta retrocesos, la sociedad. Ahora, los primeros han sucumbido al chantaje; los segundos le han cogido el gusto a prostituirse por una recompensa bien magra: convertirse en mercenarios de estos nuevos señores feudales con la esperanza, como he dicho, de que en algún momento puedan ennoblecerse. Los ADE se limitan, con frenesí, a especular con toda riqueza cuyos activos se disuelven, en forma de conocimientos, en las plusvalías de las competencias.

En esos laboratorios federales en que se han convertido las Universidades privadas, las diferencias salariales pueden ser enormes dentro de una misma categoría académica. Al profesorado se le exige en cambio acreditaciones, tramos, proyectos de financiación aún con más placer explotador que a los todavía protegidos miembros de la universidad pública que, no obstante, ven crecer como células cancerosas en su interior las mismas tácticas y los objetivos de aquellos que se llenan la boca de "divinas palabras" como eficiencia y transparencia.  El concepto clave es la rentabilidad financiera, que no se reduce tan sólo a obtener beneficios económicos, sino a entablar una red perfecta de explotación económica y de control intelectual y moral aparentemente asépticos.

El profesorado ya no competirá por una plaza, sino por no perder el pequeño contrato que, con dificultad, ha logrado arrancar. Las condiciones laborales son las de un desclasado. Se lucha por obtener buenas puntuaciones en las encuestas del alumnado, confiando en que a finales del mes de julio te renueven el contrato. Se publica a peso y con la mirada puesta en los ránkings para asegurar los sexenios. Se desea formar parte del cuerpo evaluador de las agencias de calidad, auténticas Dietas medievales, para asegurar lealtades y temores ante un futuro tan incierto como ciego.

Detalle de La Flagelación,
fra Angelico
Soy un güelfo exiliado y enfermo de malaria. Las que deberían ejercer de contrapeso humanístico, las Facultades eclesiásticas, viven, de facto, bajo las consecuencias de un cisma como el de Aviñón. No saben si están, se quedan o están regresando. ¿Dónde, adónde? Con diversos grados, sin excepción, tampoco lo sé. Me quedo, entretanto, atento al séptimo modo de orar que, según se recoge al final de la Vita S. Dominici de fray Teodorico de Apolda, practicaba frecuentemente santo Domingo:


"Oraba con las manos elevadas sobre su cabeza, muy levantadas y unidas entre sí o bien un poco separadas, como para recibir algo del cielo. Se cree que entonces se aumentaba la gracia en él y era arrebatado en espíritu. Pedía a Dios para la Orden que había fundado los dones del Espíritu Santo, y agradable deleite en la práctica de las bienaventuranzas. Pedía para sí y para los frailes mantenerse devotos y alegres en la muy estricta pobreza, en el llanto amargo, en las graves persecuciones, en el hambre y sed grandes de justicia, en el ansia de misericordia; pedía, de igual modo, mantenerse devotos y alegres en la guarda de los mandamientos y en el cumplimiento de los consejos evangélicos".


Soberbia y avaricia. Aviñón y Bolonia.


5 comentarios:

  1. A veces me pierdo, porque no conozco la universidad por dentro, pero en lo que sigo, oh, cuánto lo comparto, y en lo que no sigo, me fío de Cavalcanti, naturalmente. Gracias.

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  2. Es lo que pasa con la Universidad, querido Enrique. Está en manos de iniciados eleusinos, es decir, de paganos e idólatras. Un ejemplo: en la apertura del curso académico en Cataluña hace una semana, se hizo entrega del Premio Jaume Vicens Vives (un humanista de los pies a la cabeza) -¡20000! euracos de botín, forastero- a un grupo de ESADE por el proyecto de innovación docente titulado "Integración curricular modular e interdisciplinaria centrada en la evaluación longitudinal de competencias". Al lado de esto, Marinetti es un aprendiz. Pero consuela que un güelfo como tú visite a un güelfo que teme delirar como este pobre Cavalcanti. Gracias.

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  3. Me copio el título del, ejem, proyecto de innovación docente, para reírnos en los penumbrosos conciliábulos de la resistencia.

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  4. Reír para no llorar. En ciertas universidades, si uno no presenta un proyecto estilo "Programa nodular del valor métrico en el uso de las TIC. Un análisis competencial aplicado a aularios de enseñanza secundaria", no le dan ni un euro para estudiar poesía; con un poco de suerte, recibe miradas de burlona conmiseración. Es cuando a un güelfo se le afila el rostro en forma de anarquista tolstoiano. Así salen los trabajos de investigación de bachillerato, con géneros como "Mi bisabuelo estuvo en la Legión Cóndor" o "Mi tío tatarabuelo está enterrado en el Valle de los Caídos", u otro que es especialmente fecundo: "Análisis estadístico de los enclíticos en el Canto General de Pablo Neruda". Entonces siempre me acuerdo de las "Lecciones de Historia" de Miguel d'Ors.

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